La bonita Señora envolvió con su luz en su inmensidad descansando sus amorosos ojos en Lucía, La niña no podía hablar de gozo. Jacinta la aceleró , "Lucía, respóndele, háblale, Ella te está hablando ya a ti." Y Lucia mirando arriba, hacia Nuestra Señora, sus ojos llenos de amorosa devoción, preguntó,
¿Qué es lo que quieres de mí? "Yo quiero que tú regreses aquí el trece del próximo mes," La Señora dijo. "Continua el rezar del Rosario todos los días en honor de Nuestra Señora del Santo Rosario para obtener paz para el mundo y el final de la guerra; por que ella solo puede salvarla." Lucía pensando en su madre y en las palabras del Pastor, deseando aclarar las dudas de la gente, hablo otra vez en su manera de niñez, ¿Podrías por favor decirnos quien eres Tú, y realizar un milagro para que todos puedan creer que Tú realmente Té apareces a nosotros? " Continua viniendo aquí todos los meses. En Octubre, Yo diré quien soy, y qué es lo que deseo y haré un milagro que todos verán para qué ellos crean." Entonces Lucía habló de las peticiones de la gente. Nuestra Señora contestó,
"Algunas curaré, otras no. Al niño inválido, yo no lo
curaré ni lo quitaré de su pobreza, pero el debe decir el Rosario todos los días con su familia." Lucía le dijo de un caso de una persona enferma que deseaba que pronto fuese llevado al cielo. " El debería no intentar acelerar las cosas. Yo se bien cuando debo venir a llevármelo." Lucia pidió por la conversión de algunas personas. La respuesta de nuestra Señora fue, como la del niño inválido, la recitación de el Rosario. Entonces para recordar a los niños de su especial vocación y para inspirarlos a mayor fervor y coraje para el futuro nuestra Señora dijo:
"Sacrificaros vosotros por los pecadores; y decir a menudo especialmente cuando hagáis algún sacrificio: " Mi Jesús, esto es por amor a Tí, por la conversión de los pecadores, y por la reparación de los pecados cometidos en contra del Inmaculado Corazón de María." Tras Nuestra Señora decir estas palabras, Lucía después describió las escenas:
" Ella abrió sus manos otra vez como lo hizo en las dos anteriores apariciones. La luz reflejada de ellos pareció como que penetraba en la tierra, y vimos como
un mar de fuego, e inmersos en el fuego habían diablos y almas de formas humanas,
como transparentes negruzco o bronceado oscuro flotando en el fuego oscilando con las llamas que salían junto con las nubes de humo, cayendo sobre todos los lados como caen las chispas en un gran fuego, sin peso ni equilibrio, entre ellos lamentos y lloros de dolor y desespero que nos horrorizaron temblamos de terror. Podíamos ver los diablos por sus horribles y nauseabundas figuras de destrucción y de animales desconocidos, pero transparentes como de negro carbón en fuego." Asustados, pálidamente muertos, los pequeños levantaron los ojos hacia Nuestra Señora por socorro como Lucía gritó: ¡ Oh,… Nuestra Señora! Nuestra Señora explicó: " Vosotros habéis visto el Infierno donde las almas de los pobres pecadores van. Para salvarlos Dios quiere el establecer a través del mundo la devoción a mí Inmaculado Corazón. Si la gente hace lo que yo os digo, muchas almas serán salvadas, y allí habrá paz. La guerra se terminará.En 1916 la Primera Guerra Mundial terminó súbitamente sin saberse porqué.
Pero si ellos no paran en
estar ofendiendo a Dios, otra y peor guerra comenzará 21 años antes de la Segunda Guerra Mundial en el reinado de Pío XI. 5 años antes de que el Papa Pío XI fuese elegido Cuando Tú veas una noche iluminada por una desconocida luz, Enero 27 de 1938 conoce que esta es la gran señal que Dios te da, que El está castigando al mundo por sus crímenes a través de guerra, hambre, persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para prevenir esto, Yo vendré para pedir la consagración de Rusia a mí Inmaculado Corazón y la Comunión en los Primeros Sábados. Si ellos hacen caso a mí requerimiento Rusia se convertirá, y allí habrá paz. Si no, ella desparramará sus errores por todo el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia,
los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que
sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas; en el final, mí Inmaculado Corazón deberá triunfar. El Santo Padre consagrará Rusia a mí, la cual se convertirá, y algún tiempo de paz se otorgara a el mundo. En Portugal, el dogma de la fe siempre se mantendrá.
No digáis esto a cualquiera. A Francisco, sí, tú se lo puedes decir."
Lucía, su corazón deseoso de hacer algo heroico para Nuestra Señora, una vez mas le dijo a Ella, en su abandono infantil: ¿Deseas alguna cosa más de mí? "No; hoy no deseo nada más de ti". En ese momento algo como un trueno se pudo oír, y un pequeño arco que se había levantado para sostener las linternas de vigilia temblaron como si hubiese habido un terremoto. Lucía se levantó, girando en su alrededor tan de prisa que su falda voló. ¡ Allí va ! ella grito, apuntando hacia el cielo, ¡ Allí va ! entonces unos momentos después, ¡Se ha ido! La pequeña nube grisácea se desvaneció y tan pronto como los niños se recuperaron de sus mencionadas emociones, una ruda , inquisitiva muchedumbre los rodeo, todos diciendo al mismo tiempo: " Lucía, ¿que es lo que te dijo Nuestra Señora para ponerte tan triste? ¡Es un secreto! respondió ella. ¿Es algo bueno? Para algunos, es bueno; para otros, es malo ¿Nos lo dirás? ellos presionaban. ¡No, os lo puedo decir! ella contestó con convencida determinación. La gente continuaba empujando tanto que casi asfixiaban a los niños. El Padre de Jacinta, asustado por la seguridad de sus niños, y debido a la excitación del momento le rodaban los sudores por su cara, y abriéndose camino a codazos para acercarse a los niños, recogió a Jacinta en sus fuertes brazos y la protegió del sol con su gorro, comenzando el camino para su casa. Las dos madres, sintiéndose abandonadas de todas sus fuerzas, continuaban escondidas detrás de unos matorrales. Cuando vieron a la muchedumbre amontonándose alrededor de sus hijos, la madre de Jacinta gimió: ¡Oh Buena Madre! ¡Que están matando a los niños! Cuan relajadas ambas quedaron cuando momentos después pudieron ver a Jacinta en los hombros de su padre, Francisco en brazos de un pariente, y Lucía siendo llevada por un hombre muy alto, tan alto que en efecto la madre de Lucia se le quitó toda su preocupación y ella exclamó: ¡Oh, que hombre tan grande!
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